No fue hasta el descubrimiento de 1844 en la Universidad de Kazán por el químico Karl Ernst Klaus, que por germánico que suene había nacido en el Imperio ruso y procedía de una familia del Báltico, que el tímido Rutenio vio la luz del descubrimiento. Había coexistido con otros elementos del grupo del platino en minerales tanto tiempo que había pasado desapercibido a alquimistas y químicos, pero en su afán de atacar rocas con agua regia al final dieron con él. Los rusos andaban con la idea de dedicar un elemento a la Madre Patria, y tras varios intentos fallidos de sus compatriotas, Klaus pudo abrir así la veda de reivindicaciones nacionales, con el nombre latino de Rusia, Ruthenio.
El Rutenio es un metal espectacular como catalizador, es decir para facilitar ciertas reacciones químicas que en condiciones normales no se producirían y sin por ello afectar al resultado, y su uso en compuestos en los procesos de hidrogenación le valió el premio Nobel de Química al japonés Ryoji Noyori en 2001.
La propiedades de este escaso metal plateado y sus compuestos abren un mundo de posibilidades en el presente y en el futuro cercano. Su resistencia a la corrosión favorece su uso en los contactos de los circuitos integrados, su principal aplicación hasta el momento junto a su función como catalizador. El ruteniato de estroncio es un superconductor que manifiesta hiperfluidez como el Helio-3, es decir, se sale de los recipientes que lo contienen como un pulpo estresado. El isótopo radiactivo Ru-106 es un instrumento eficaz para destruir melanomas en la úvea, es decir, permiten atacar directamente a los tumores formados en el ojo. Y sin por ello terminar la lista, su potente absorción de luz incita su uso en estaciones solares.
Con todos estos ingredientes, la viñeta del rutenio transporta nuestra clase de química a la Rusia romántica del siglo XIX, que la escritora Leigh Bardugo ha mezclado con el steam-punk para crear el Grisha-verso en sus novelas de Shadow and Bones, una sociedad en conflicto entre magos manipuladores de elementos, los grisha, y de individuos no mágicos que recurren a las armas de fuego y artefactos adelantados a su época.
Bud’te zdarovy, daragoy chitatel’!