Después de la clausura de los Juegos de la XXXIII Olimpiada, la prensa deportiva realizará sus análisis pertinentes de calidad y resultados. Por su parte, los periodistas especializados en la política no tardarán en evaluar si la inversión de cada país ha proporcionado los réditos que cabía esperar y si la representación estatal estuvo o no a la altura de las circunstancias. Los expertos en espectáculos cubrirán por su parte las largas ceremonias como si de programas de televisión se trataran pues, desde los juegos de Berlín 1936, en eso se convirtieron los juegos para la audiencia de todo el planeta.
Con todos los flancos importantes cubiertos, Aliphant suele tratar con las mascotas que han cumplido ya su función. Desde el perro salchica Waldi de los juegos de Munich ’72, Phryge es el primer gorro que ha cobrado vida que se convierte en mascota. No es el primer objeto animado en la familia olímpica, porque hay diseños que ni sus propios creadores son capaces de explicar qué son con cierta comodidad. Tampoco es el primer sombrero sentiente de la Historia, sin ir más allá de Jim Henson o J.K.Rowling.
El gorro frigio, como su mismo nombre indica, obtiene su nombre de la región Frigia, en Asia menor, y fue utilizado desde la Antigüedad sin significados políticos. En la Revolución francesa, y a pesar de Robespierre, se eligió el gorro frigio de color rojo como el tocado de Marianne, la representación femenina de los valores de libertad, igualdad y fraternidad. El gorro se oponía a las coronas, pelucas y mitras y pasó a coronar los escudos de ciudades y países con el espíritu de los revolucionarios franceses, pero también las cabezas de los pitufos libres, según la creación del gran dibujante belga Peyo. En la obra de Peyo, es bastante difícil encontrar un pitufo con la cabeza descubierta; apenas una viñeta donde Papá Pitufo sufre una proverbial explosión en el thriller de infectados apocalítico «Los Pitufos Negros», pero eso, es otra historia.