Cuando en La Vuelta en Mundo en 80 Días Jules Verne anticipa el hasta entonces extraño concepto de la globalidad, toda la información de la que disponía cabía en una enorme biblioteca. Era 1872, la Reina Victoria controlaba medio mundo, el transporte más veloz iba a vapor y el turismo apenas era un invento, pero surgió una legión de imitadores que reprodujeron su vuelta al mundo cada vez en menos tiempo y con menos contratiempos.
A pesar de las muchas road movies que adaptaron la novela de Verne con el dinamismo necesario, no hay pocos que no consideren que la versión más fiel al texto original es una producción española de animación del estudio BRB Internacional que convirtió al protagonista Phileas Fogg en el león antropomórfico Willy Fog.
El fenómeno científico inherente en la obra es la consecuencia del franqueo de los husos horarios en dirección este, que lleva a un espectacular doble desenlace.
Sobre el mapa del viaje de Phileas Fogg, el primer día comienza emn el meridiano de Greenwich en el Polo Norte y avanza el mes hacia el este y el sur. Los domingos, marcados en rojo son según su esquina SW: W060N70, E000S20, E060S60 y E120S80
Tarde o temprano los revolucionarios han de acometer reformas en los aspectos básicos de la vida o simplemente serían unos anodinos reformadores. El ataque –fallido, como cabía suponer- al calendario por parte de los soviéticos sucedió en varias fases.
En primer lugar, la Unión Soviética acabó con el cómputo de años al viejo estilo del calendario juliano de la Iglesia ortodoxa y adoptó la corrección de fecha del Papa Gregorio, lo cual volvió a sincronizar a Rusia con el resto del mundo
La siguiente fase afectaba al descanso semanal de los trabajadores soviéticos. En lugar del domingo, se establecieron semanas de diez días con dos de descanso o de seis, con uno libre, mejorando el ratio de festivos por día trabajado. El principal inconveniente es que cada fábrica adoptaba un modelo y no venía organizado desde el Estado. Para evitar la paralización de la producción, se establecían seis turnos de días festivos con un código de colores, lo que no favorecía las tareas de grupo.
Con la que está cayendo por todas las Rusias, la siguiente novela de Verne a vapulear no podría ser otra que la gran “road movie” del XIX: “Michel Strogoff, el Correo del Zar”, de 1876. El libro narra el viaje de un whatsapp de los de antes, entre el emperador Alejandro II en Moscú y su hermano el gobernador de Siberia, en Irkutsk, a más de 5.200 verstas – kilómetros, con más pérdida de exotismo que de precisión- y con todo el kanato tártaro en rebeldía. Los tártaros o tátaros en el siglo XIX ya no eran una amenaza para el Imperio ruso, pero a efectos folclóricos ayudaba a la trama. La edición fue apoyada por el gran escritor ruso Turguenev, que dio alguna corrección a la ya de por sí detallada descripción de biblioteca de Verne. No obstante, no hay adaptaciones del cine ruso de esta novela.
El único punto de ciencia ficción lo aporta un giro sorprendente de la trama. Strogoff es sentenciado a la privación de su vista por quemadura con una espada al rojo, en una bárbara tortura tártara. El reo perdía hasta las pestañas, literalmente. Pero Strogoff tenía el buzón lleno y una misión que cumplir.
“El Rayo Verde” (Verne, 1882) narra cómo Miss Campbell, una joven erudita de la sociedad británica emprende un viaje de aprendizaje en el que ahondará en el conocimiento de sí misma e incluso encontrará a su pareja ideal. Como una roadmovie, pero sin gasolineras. Y con sus dos tíos Sam y Sib, de carabinas. Y un pretendiente buscado por los tíos. Y un pintor que se encuentran por el camino. Y un rayo verde.
Parte de una leyenda que cuenta que, si una persona ve el rayo verde, podrá discernir entre la vorágine de sus sentimientos y no equivocarse en materias sensibles. Infalibilidad emocional por flashazo verde. Como es habitual, los tíos más preocupados por la soltería de su sobrina que por la propia, conocen una versión distinta, en la que si dos personas ven a la vez el rayo verde, quedarán para siempre emocionalmente vinculados.
Como el lector puede haberse preguntado, el rayo verde es un fenómeno óptico real que se produce en condiciones muy concretas de ocultación del sol tras la línea del horizonte, generalmente tras una amplia superficie como el mar. La luz se descompone en haces de distintas longitudes de onda y algunas de ellas se corresponden con nuestros colores, como ya mostró Newton. Si esa descomposición se produce en la atmósfera y el mar hace de filtro, se queda con las frecuencias más bajas, desde el infrarrojo y el naranja y la última luz del día en un haz verde amarillento. También queda el azul y las frecuencias altas, pero con el contraste con el cielo son difíciles de percibir. El efecto del rayo verde es perceptible en apenas una fracción de segundo en condiciones ambientales determinadas, de ahí que en esta historia, la protagonista decida viajar hasta la isla de Staffa en Escocia y revivir parte del viaje turístico que el propio Verne realizó a estas islas.
Se considera la más romántica de las novelas de viaje de Verne, lo que es como decir que es la que menos extraterrestres tiene. Pero, vamos, es el periodo del Romanticismo, quien más quien menos era romántico.