¡Ah, Venecia!

Como dijo Indiana Jones tras salir de una alcantarilla infestada de ratas flambeadas: ¡Ah, Venecia!. Mientras se propagan los rumores –posiblemente oriundos de perversos pro-británicos- sobre la reinstauración de los Estuardo católicos en un hipotético estado caledonio, es decir, euros con la efigie de Cayetana Reina de Escocia, no ha mucho tiempo, 215 años, cuando la duquesa iba todavía al instituto, en la Serenísima República coronada de Venecia, las familias nobles elegían como dux a un millonario local que costeara sus carnavales y montañas de bolitas de nocilla rellenas de avellana.  

Napoleón acabó con ese sistema centenario, pero las góndolas siguieron circulando a golpe de remo, por los canales de la ciudad ganada a la laguna y la corona ducal siguió decorando su hierro de proa o dolphin, en veneciano. El método de propulsión unilateral forzaba un diseño asimétrico de la embarcación y su tolete o fórcola, una horquilla retorcida para apoyar el remo facilita las nueve marchas o maniobras necesarias para el manejo de la nave. A pesar de su menor impacto medioambiental en el delicado ecosistema de la laguna, las góndolas producen una especie de contaminación acústica conocida como canzone italiana.

Aliphant DCIV ¡Ah, Venecia!
Aliphant DCIV ¡Ah, Venecia!

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