Icónicamente hablando, El Nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli es una de las obras más representativas del taller de este artista del Renacimiento. Si de Miguel Ángel se aplaude su perfección , de Leonardo su creatividad y de Rafael su armonía, Botticelli es el pintor de la «gracia». Sus figuras hieráticas y solemnes despiertan como en ningún otro creador la sensación de lo que sería tan abstracta virtud. Y no es para tomarlo a broma, ya que como se suele decir, más vale caer en gracia que ser gracioso.
El cuadro La Nascita de Venere fue pintado alrededor de 1484. En la versión Aliphantiana, Aypbee caracterizada de Venus subida a una valva de vieira, o venera, llega hasta la orilla donde le espera Aliphant disfrazado de Hora o deidad de la primavera. (No quedaban papeles más masculinos). Sustituyendo a Céfiro exhala el humo del tabaco el mismo Qoph, que como el dios del viento acude volando para empujar a Venus recién nacida hasta la costa.
Por su parte, Qoph hace referencia al programa espacial soviético Venera, cuyo objetivo era el envío de sondas al planeta Venus, o Венера, Venera, en ruso.