Que el dinero mueve el mundo no es ninguna novedad. No obstante, es menos notorio que el vil metal está relacionado con uno de los tesoros intangibles de la Humanidad, la memoria. En la Antigua Roma, la diosa que dio nombre al mes en el que estamos, tenía un templo asociado a una de sus atribuciones, la de Juno Moneta. No es por dudar de la belleza de la deidad; la esposa de Zeus era agraciada y más que simpática, y muy limpia, pero lo de Moneta, venía por su patrocinio sobre la memoria, como la griega Mnemosine, madre de las musas.
Moneta viene del verbo moneo, que en latín significa recordar, pero también llevar, porque para ellos la evocación implicaba una traslación más geográfica que temporal. El caso es que también se realizaban transacciones económicas en dicho templo, y moneta comenzó a ser un sinónimo de intercambio, mercadeo, negociete y dinero al fin y al cabo. Pero no acaba ahí la historia.
De la evocación del verbo moneo había otra variante latina, monstro, de la que procede la palabra monstruo, antiguamente sinónima de prodigio. El Cubo de Moneo, es sin duda un monstruo. Un monstruo era algo memorable. Y sigue siéndolo. Pero también lo era una muestra, que evidentemente perdió la ene en algún momento de dejadez consonántica.
Dado que las muestras ordenadas que llevan a la comprobación de una hipótesis forman una demostración o, como se decía antaño, una demonstración, la palabra cuajó pronto en el ámbito anglosajón para los prototipos que darían una pauta de la funcionalidad final de un sistema. Y como demonstration es también la palabra que se usa para una manifestación, la ausencia de pancartas y la laxitud propia del idioma, motivó la abreviatura “demo” que volvió a nosotros como exhibición de un producto con fines fundamentalmente comerciales.
La RAE ya reconoce el anglicismo demo como la “versión demostrativa de un programa informático o de una grabación musical con fines de promoción”, pero todavía no recoge el acto de promoción en sí de dicha versión ni expresiones ya populares como el fatídico “efecto demo”, que hace que todo fenómeno observado por vez primera por el número suficiente de extraños falle estrepitosamente.
Como no es la primera vez que Aliphant hace una demo, la posibilidad de fracaso va decayendo, por lo que se permite la interacción con el público, aunque eso sí, de forma algo dudosa.
Sin lugar a más dudas, buen fin de semana.