Decía el viejo Newton que sólo había dos clases de ciencias, las matemáticas y coleccionar mariposas. Pero incluso las denostadas ciencias biológicas tienen un nivel de dificultad del que Sir Isaac no era probablemente consciente o simplemente no le preocupaba lo más mínimo.
La taxonomía o arte de clasificar los seres vivos comenzó tradicionalmente con el gran Aristóteles, pero el rigor científico se lo dio en 1735 el sueco Linneo en su Systemae Naturae. Ambos hablaban de animales y vegetales, separándolos de los minerales, que obviamente era un reino sin vida.
En 1866, el naturalista Haeckel añadió el tercer reino vivo de los protistas, para seres microcóspicos. En 1925, Chatton organizó los reinos en dos imperios; los procariotas y los eucariotas, según sus células carecieran o dispusieran de un núcleo. La biología de la EGB explicaba el sistema de cinco reinos de Whittaker de 1969 que añadían los hongos y las móneras pero en 1990 se dividió este reino en bacterias y arqueas. La última taxonomía de mayor consenso, la Cavalier-Smith de 2015, separó los protistas en protozoos y cromistas, dado lugar al sistema de 2 imperios y siete reinos actual.