Las adaptaciones de trilogías escritas, que no siempre literarias, al cine, derivan de una forma extraña en una relación inyectiva, hacia tetralogías que, en la mayor parte de las ocasiones, solo contribuyen a aumentar la agonía del espectador ante los temas trascendentes que plantean, principalmente, la resolución de triángulos amorosos cuya angulosidad ruborizaría al propio Pitágoras.
La trilogía de la familia Cole del massachusettense Noah Gordon, especialista en novelas de médicos, de judíos y de médicos judíos, no tuvo el clamor popular en su país del “Filme súbito”, pero en Alemania, donde sí triunfó, han visto una ocasión de desquitarse por su malograda Historia Interminable, la novela de Michael Ende que terminó como el historial clínico de Mickey Rourke o Belén Esteban, interminable tal vez, pero sin objetivo claro y estética en declive.
La viñeta de hoy no trata en sí de “El Médico”, sino del hecho de verla…