El pasado 15 de septiembre se despedía el artista más internacionalmente conocido de Colombia, Fernando Botero, pintor y escultor del volumen, como quería que le recordaran, aunque sin el probable permiso de Rubens o Lucien Freud, era el retratista de la obesidad.
Su iconicidad era indiscutible, pero más allá del «boterismo», sus detractores le recriminan la falta de evolución, la inexpresividad de sus creaciones y la falta de un trasfondo que respalde su estilo.
No obstante, si en unas fechas se puede reivindicar la oronda obra de Botero, es sin duda en Navidad.