A mitad de camino entre La Sirenita y ET el Extraterrestre, Ponyo en el Acantilado (Gake no Ue no Ponyo, 2008) es una fábula muy peculiar, al puro estilo Miyazaki, sin villanos reales y donde la magia está al servicio de la estética más que de la propia trama.
La historia trata de una deidad marina pisciforme que se convierte en humana por propia voluntad tras hacerse amiga de un niño japonés. La música de este proyecto es épica, wagneriana por momentos y siempre pendiente del líquido elemento. Los dibujos alternan las formas más elaboradas de Kazuo Oga con técnicas de cera casi infantil, en un realismo mágico donde prácticamente nada se cuestiona. A pesar de desarrollarse parte de la trama en un asilo de ancianos de la costa, no es el mundo de los adultos el que guía los pasos de los protagonistas, sino un veleidoso estado del mar, que rige los destinos de los habitantes de Fukuyama, en la prefectura de Hiroshima, costa que se convirtió en una de las más solicitadas por los inversores inmobiliarios tras el éxito de la película.
Miyazaki quiso crear una segunda parte, pero el productor ejecutivo del estudio, Suzuki, le aconsejó dedicarse a su última película, El Viento se Levanta.