En 1853, Verdi presentó en La Fenice de Venecia una adaptación de La Dama de las Camelias, de Alejandro Dumas hijo, una historia de una cortesana, Violetta, enferma de tuberculosis que se enamora de su joven admirador Alfredo al que inevitablemente tendrá que renunciar. Que tal dramón acabara en risas en el estreno no fue culpa de Verdi. Ni la música, ni la trama daba lugar a aquella reacción del público. Pero la elección para el papel de Violetta de una soprano madura y voluminosa no se adaptaba a la imagen habitual de una enferma terminal de tuberculosis.
Antes de llegar a la tragedia, el famoso brindis del primer acto es la celebración operística lúdico-festiva por antonomasia y una de las melodías más famosas de Verdi. Como ciertamente sospechaba el maestro Verdi, el error en el reparto, superficial por otra parte, se subsanó hasta el extremo de que la ópera más interpretada en los teatros actuales es precisamente La Traviata.