En 1897, H.G. Wells describió en su relato pionero de ciencia ficción las vicisitudes de un científico que logra hacer su cuerpo invisible en la novela por entregas The Invisible Man. La idea de la invisibilidad no era por supuesto nueva: desde el casco del griego Hades al del germánico Alberich, hay ejemplos tangibles y palpables, pero Wells explora la posibilidad de que, al obrar de manera oculta a los ojos de los posibles testigos, se abre una serie de conflictos morales por la infracción impune y el derecho a la intimidad. Los héroes clásicos, de rectitud intachable, bastante tenían con extinguir especies animales de dimensiones monstruosas y rescatar doncellas de dimensiones más que apropiadas.
La tecnología moderna -y como aplicación directa, el mundo de la magia y el del armamento- utilizan técnicas de manipulación óptica para hacer desaparecer a los objetos del campo visual de un sensor, de una cámara o incluso de un espectador, dentro de unos rangos de actuación limitados. Los experimentos de invisibilidad mediante retransmisión de imágenes al otro lado del obstáculo opaco facilitarán el manejo de herramientas de manipulación de objetos y pueden colaborar con la telemedicina.
Mientras tanto, en ANT, la idea ha cuajado con un rotundo éxito en la fiesta de Halloween de Kaph.