Serie Atómica XLVI Paladio

En la Nochevieja de 1802 William Hyde Wollaston estaba realizando sus propósitos de Año Nuevo, estudiar inglés, ir al gimnasio, dejar de fumar y añadir dos elementos nuevos a la tabla periódica. Obviamente, nunca cumplió nada de lo prometido, era inglés y no veía más interés en estudiar su lengua y, aunque descubrió dos elementos nuevos en el mismo 1803, el rodio y el paladio, no existía todavía una tabla periódica donde añadirlos.

Para cumplir su objetivo, trató de apuntarse a un gimnasio y compró una cantidad interesante de platino, a la que sometió a infinitas torturas químicas hasta que soltó sus impurezas de rodio y de lo que llamó Paladio por el nuevo asteroide Pallas, descubierto en 1802. La conexión entre los avances de la astronomía y los de la química siempre fascinó a los científicos, que así podían tener tema de conversación cuando se reunían a comer juntos, lo que ocurría más frecuentemente que verse en el gimnasio. Pallas pertenecía al cinturón de asteroides, una región del espacio entre Marte y Júpiter donde la fórmula de Titius-Bode necesitaba que hubiera un planeta. Otro planeta enano del cinturón, Ceres, localizado en 1801 dio también nombre al elemento cerio, al que se llegará algún día en esta serie, tal vez en más tiempo de lo que llevó su hallazgo.

Pallas recibió su nombre por el apodo de Atenea, la diosa de la sabiduría, tal vez por razones geográficas o, según algunos relatos mitológicos, por liquidar a su enemigo Pallas. Sencillamente absurdo: si Pepito Pérez hubiera hecho cuenta de una cucaracha en tiempos mitológicos, tendrían que haberle llamado Cucaracha Pérez por la misma razón. Palladium era una escultura de madera apenas distinguible de un pilar que se honraba como un potente talismán de Atenea-Minerva en tiempos antiguos y, unido al concepto de sabiduría, se le aplicó al arquitecto renacentista Andrea di Pietro della Gondola que, como no cantaba bien con un jersey a rayas pero rescató todo el conocimiento de la arquitectura clásica en sus famosos cuatro volúmenes, se conoció desde entonces como Andrea Palladio. Le separa un montón de años de Wollaston como para que le ayudara en su propósito de dejar de fumar y lo demás. 

El paladio es un metal dúctil, muy caro, catalizador del grupo del platino, muy caro y con una enorme avidez para atrapar hidrógeno, lo que tiene su interés en la purificación de este gas, aunque no sale barato. Es relativamente inerte y ligeramente tóxico pero totalmente letales sus sales en baja concentración para los jacintos de agua, aunque, obviamente, no merece la pena matar a las plantas del vecino con paladio al precio que está. 

Aliphant MCLXVII Serie Atómica XLVI Paladio

Deja una respuesta