Tamara de Lempicka

En 1928, a la pintora polaca residente en París Tamara de Lempicka le encargaron un cuadro para la portada de la revista de modas alemana Die Dame. La editora le explicó ya por aquel entonces que la imagen debía celebrar la independencia de las mujeres y Tamara pensó en un autorretrato que expresara opulencia y belleza altiva al volante de su propio automóvil.

A pesar de que por entonces ya conducía un pequeño Renault amarillo que le habían robado durante una fiesta en Montparnasse, prefirió marcar cierto nivel recreándose con sus mejores galas en un Bugatti de color teal o cerceta. El único inconveniente es que ninguno de los modelos existentes de esa marca en la época tenían el volante a la izquierda. Pero su antes-muerta-que-sencilla se marcó un tanto en este famoso «Autrorretrato en un Bugatti verde».

Lempicka es uno de los mayores exponentes del estilo Art Déco, un movimiento que absorbía las cualidades estéticas de todas las vanguardias circundantes, y en palabras de sus detractores, las privaba de todo significado. La débil excusa es que todas las artes son en principio decorativas, que su función es agradar y que los espectadores disfruten en su presencia. Siendo más honestos, el arte debe también transmitir un espectro más amplio de sensaciones y comunicarse con su público actual y futuro y encontrar una forma de trascendencia. Lo que, por otra parte, no justifica que un plátano pegado a la pared sea arte o que cualquiera de los escombros de Tapiès deba encontrarse en un museo. 

Lempicka demostró ser una artista solvente, capaz de mantener a su familia en grandes vicisitudes con sus creaciones y sobre todo, de dar rienda suelta a su imaginación en un mundo adverso y terriblemente cambiante.

Aliphant MCXXV Tamara de Lempicka

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