Decía humildemente el maestro Hokusai sobre el aprendizaje de la técnica de un artista que a los 80 años habrá conseguido algún progreso. La última película de Hayao Miyazaki a sus 82 años es sin duda otra obra maestra, con su habitual dominio de la animación y unos efectos especiales perfectamente integrados y la música de Hisaishi, pero con una variante en la temática novedosa.
El Chico y la Garza aborda la concepción de Miyazaki del más allá, de un multiverso al que se acceder de formas naturales o sobrenaturales, pero también de la responsabilidad de los demiurgos, de los creadores de mundos como él mismo e incluso de su posible sucesión en un estudio Ghibli que será absorbido por la Nippon TV, aunque obviamente esto último es una interpretación de sus abundantes metáforas.
Una de las pistas más claras de Miyazaki es la entrada a un túnel con el mensaje «Fecemi la Divina Potestate», «el poder divino me creó», el mismo recibimiento con el que Dante se encuentra al adentrarse en el inframundo en La Divina Commedia.