La tradición navideña de colocar nieve sobre objetos donde nunca se ha posado tiene su origen en un tiempo en el que el clima evolucionaba a merced de los elementos, artículo determinado, y no de unos elementos, artículo indeterminado.
Siendo responsables con nuestra latitud, las postales navideñas andarían envueltas en la niebla y la cuatricromía de las impresiones se solventaría con cartulinas en blanco. Incluso los gorilas no albinos se verían ocultos en la niebla, o mejor aún, no se verían de ninguna forma. Los albinos, tampoco.
Y por salir del tradicional entuerto navideño, que vuestros sueños se hagan realidad mientras no contravengan la convención de Ginebra, la Declaración de Derechos Humanos y el sentido común, a ser posible.