Trazar bucles infinitos es algo que en programación suele dar un resultado nefasto. En cambio, si esa misma figura es aplicada al campo de la administración, la eliminación del oponente puede ser casi certera. Hipotéticamente hablando.
Si algo nos enseñó la paradoja de Aquiles y la tortuga es que los infinitesimales, en realidad, terminan por diluirse en la tupidez de la materia – o en la estupidez de la forma, según de mire. He aquí el presente Bucle infinito.