Serie Olímpica VIII. Arabia Saudí/125 Aniversario de Lawrence de Arabia

¿Cuál es el secreto de la felicidad? Los matemáticos, gremio risueño donde los haya, saben cuándo es un número feliz. A saber, si iterativamente el cuadrado de los dígitos que componen un número suman la unidad, o si tras varias iteraciones sobre su resultado se alcanza el uno, los matemáticos consideran que se trata de un número feliz. Los números felices no son por desgracia habituales, a pesar de ser su cantidad infinita; sólo el 15,5% de los números entre 1 y 10 elevado a 122 son felices. A pesar de que la cantidad de felicidad es ilimitada, sólo hay diez elevado a ochenta átomos en el universo observable, por lo que si numeráramos todos los átomos del universo conocido, nos hallaríamos a cuarenta y dos órdenes de magnitud por debajo de la cifra con la frecuencia indicada. Pero siendo generosos, que es otra vía para conseguir la felicidad, es cuestión de administrar bien diez elevado a setenta y nueve átomos.

Un cuerpo humano tiene menos de 10 elevado a veintiocho átomos, Por descontado que algunos cuerpos tienen mejor ordenados los átomos que otros, pero no por ello hay que disgustarse. Si estamos solos en el Universo, hay felicidad para 10 elevado a cincuenta y un seres humanos y somos apenas siete mil millones. Podemos ser plenamente felices hasta el último átomo de nuestro ser e incluso dejar que sean felices nuestros animales domésticos, nuestras plantas preferidas y algunos matemáticos, si así lo evalúan.

Un número feliz es el 103. (1×1 + 0x0 +3×3 =10; 1×1 + 0x0 = 1). Además es primo; siempre la inocencia se ha llevado de la mano con la felicidad. Es el número atómico del Lawrencio, elemento en honor al físico E. O. Lawrence, con una esperanza de vida de 216 minutos en su mejor isótopo, – el elemento, es decir, el átomo- , precisamente lo que dura la película en honor a T.E, Lawrence, otro Lawrence contemporáneo suyo, mucho más conocido como Lawrence de Arabia. En este momento suele sonar una banda sonora.

Lawrence de Arabia, posiblemente el británico más raro de ese momento concreto de la Historia, unificó épicamente las distintas tribus árabes contra el Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, dando lugar a un perfil de aventurero que la prensa aliada encumbró como uno de los héroes míticos de la Gran Guerra. De no haber fallecido en un accidente de moto que, por evitable, condujo al primer uso obligatorio del casco, hubiera tal vez cumplido 125 años en agosto, pues como él mismo decía, sólo una bala de oro podría matarle. Bastante más caro que un hombre-lobo.

Arabia Saudita, a pesar de su tradición de varios siglos, se formó como el reino actual en 1932 y en sus diez apariciones en los Juegos Olímpicos ha conseguido una medalla de plata y dos de bronce, lo que da un nivel de espíritu olímpico nada desdeñable de 4,42 coubertinos. Su bandera, con el verde tradicional del Islam tiene un uso muy restringido debido a que incorpora la profesión de fe de la shahada en caligrafía árabe thuluth. Al tratarse de un texto sagrado con el nombre de Allah, la bandera no puede ondear a media asta, ni ser colocada de forma vertical o tener una inversión en el reverso. Tampoco se puede aplicar a productos como camisetas, pegatinas o balones de fútbol. La espada de Ibn Saud, el fundador de la disnastía saudí subraya el texto religioso, como señal de victoria del Guardian de las Dos Sagradas Mezquitas, de la Meca y Medina.

Recapitulando todo esto, como decía cierta hechicera de nombre de mosquetero y bañador de Obregón, no se olviden de ser felices. Que de ser primos, ya nos sé si nos libraremos.

Aliphant DLXXII
Aliphant DLXXII: Serie Olímpica VIII, Lawrwnce de Arabia

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