Aliphant’s Die Walküre

Una mujer alemana, fría e inteligente se convierte por la confianza de su antecesor en la mujer más poderosa del mundo. Pero incluso con todo su poder deberá elegir entre cumplir estrictamente su deber y mantener su puesto y su estatus indefinidamente o apostar por una estrategia que a la larga debería salvarnos a todos, aunque para ello deba sacrificar para siempre el apoyo de los suyos.

Todo esto contaba Richard Wagner en 1870 en la segunda entrega de la Tetralogía del Anillo: La Valquiria. A pesar de la celebérrima cabalgata del tercer acto, el título está en singular. (El plural de ‘die Walküre’ sería ‘die WalKüren’). La palabra, del nórdico antiguo significaría «la que elige a los muertos», debido a la extraña aficion de estas doncellas de Odín/Wotan por recorrer los campos de batalla para escoger a los héroes caídos y llevarlos al banquete perpetuo del Valhalla.

 

Por los trapicheos de Wotan para construirse el Valhalla, el universo se ve encaminado irreversible al Ragnarok, el fin del mundo nórdico o como se dice en Islandia, “el día de cobro de aquellos avarientos inversores europeos”. No obstante, tiene un plan B: si un héroe libre de pactos con sus enemigos actuara según sus intenciones, estaría a tiempo de salvar la parte de la biosfera que usa zapatos. Para ello, une una pareja de alta cuna, Sigmund y Siglinde que tienen tanto en común y se tienen en tan alta estima que resultan ser gemelos separados al nacer, pero no como Schwarzenegger y Danny de Vito; más parejos, si cabe.

 

Lo que, aparentemente sería de lo más normal entre los guepardos del Serengeti, no acaba de cuajarle a Fricka, esposa de Wotan y diosa del matrimonio y la moral y éste accede a destruir su obra  amenazado a dormir en el sofá del Valhalla hasta el Ragnarok.  Tras confiar su dilema a la más querida de sus hijas valquirias, Brunilda, dejará en sus manos la responsabilidad de destruir a Sigmund, condenando por ello a la Humanidad, o de salvar a Sigmund, a la Humanidad y a los dioses, pero perdiendo su puesto de trabajo en la administración y su inmortalidad con todas las retribuciones por antigüedad acumulada.

 

Como la cosa no andaba tan mal por esos tiempos, se toma todos los moscosos de vez y se dispone a salvar a Sigmund en su batalla, por lo que el mismo Wotan, dolorido por los muelles del sofá y la actitud desobediente de su hija, clava su lanza en el héroe y castiga a la valquiria casándola con el primero que aparezca. Al final, se apiada de ella, menos mal, y decide dormirla en un círculo de fuego que sólo un bombero o un temerario pueda atravesar.

 

De la relación incestuosa con Sigmund,  Siglinde, que fallece en el parto, dará a luz a Sigfrido, el héroe que no conoce el miedo, ni la vergüenza, ni los semáforos, y se parece por igual a su padre y su madre, y traerá el equilibrio a la Fuerza,  pero eso es otra ópera.

 

La música más célebre de Wagner es sin duda la atronadora Cabalgata de las Valquirias que inunda el acto tercero y ha sido utilizada como himno de batalla en contiendas reales y ficticias. Tal vez la más singular sea su versión de Apocalypse Now, donde los corceles voladores de las doncellas guerreras son sustituidas por los helicópteros de la unidad aerotransportada o de caballería aérea en la Guerra de Vietnam.

Aliphant DLVIII
Aliphant DLVIII. Aliphant’s Die Walküre

 

 

Deja una respuesta